Periódicamente salen notas de prensa hablando sobre el éxito de la
internacionalización de nuestras empresas constructoras, algo que es necesario
recordar que se ninguneaba no hace muchos años atrás.
España es un país dominante en lo que a la construcción se refiere
y “las 6 grandes” después de repartirse
el mercado interior, de modo más o menos ético, durante los buenos años de la
construcción en España, ostentan una posición privilegiada en el exterior.
Sólo Francia y China son capaces de aproximarse a nuestros
números. De hecho, en el pasado European
Powers of Construction (EPOC) que elabora anualmente Deloitte, “las 6
grandes” estaban entre las 30 mayores de la U.E. (ACS (2), Ferrovial (8),
Acciona (11), FCC (12), OHL (19) y Sacyr (28)) y sólo Francia con Vinci (1),
Bouygues (3) y Eiffage (5), superaba en conjunto a nuestro país.
Pero estos enorgullecedores macro-datos, no deben ocultar ciertas
sombras que se transmiten, como no puede ser de otra forma a nuestros
profesionales.
Dejando al margen los problemas de capitalización, tres de las
constructoras -OHL, Sacyr y FCC- han
salido del Ibex 35 en los últimos meses, y la externalización se realiza
con un desplazamiento cada vez menor de profesionales españoles, y con unos
salarios y condiciones cada vez más desastrosas.
Es
sin duda el mercado nacional, que por las bajas inversiones y las pequeñas
rentabilidades, estas constructoras han abandonado, el que tiene que dar
soporte y respaldo, más técnico que financiero, a la actividad internacional y
esto no está pasando. Al rebufo de este comportamiento, empresas de mediano
tamaño huyen del mercado nacional y tienen situaciones paradójicas de quiebra
técnica en España y grandes operaciones en el exterior, especialmente en
Latinoamérica.
Actualmente, según datos que aporta SEOPAN,
España es el país de la Unión Europea con menor ratio de inversión pública
(1.179 euros por kilómetro cuadrado y millón de habitantes) este dato es
aterrador. Las empresas españolas, como ya ha pasado con FCC, por ejemplo,
dejarán de serlo más pronto que tarde, ya que se están convirtiendo en
caramelos financieros tanto por cartera como rentabilidad, y estos datos de
éxito pueden dar paso a un erial en lo ingenieril que empuje de nuevo a la
masiva construcción de viviendas como medio de supervivencia del sector.
¿Es sostenible
este modelo exterior? ¿Cómo de españolas son estas empresas con cada vez
menos personal nacional y más contratados de los mercados huésped? ¿Seguirá
siendo la ingeniería el apartado estrella en los recortes de la administración
para converger con los números que Europa nos exige? ¿Deberían regalar una
colección de Lonely Planet con las
matrículas en Ingeniería Civil este septiembre?