Las licitaciones en
España, y puedo asegurar que en todo el mundo, son una cosa complicada y con
muchas más luces que sombras.
La crisis de la
ingeniería patria que malvive de los contratos en el exterior, ha hecho durante
estos últimos años que el porcentaje de las bajas se haya disparado.
Ante este panorama, y
por supuesto que, encabezados por aquellos que no suelen ganar estos concursos andan
intentando cambiar la ley de Contratación Pública. La excusa es la espiral de
precios a la baja por los contratos de obras y servicios de ingeniería.
Personalmente puedo
asegurar que la ley es prácticamente perfecta, y que es su incumplimiento el
que ha provocado el revuelo. Eso sí, el decir que se van a acabar las bajas
temerarias es un buenísimo titular para la prensa…
Parece ser que fue la Subdirección
general de Planificación y Proyectos la que dio el paso de endurecer los pliegos, siendo seguida
por la Subdirección de Construcción del Ministerio de Fomento. Otro gran titular.
¿Hasta qué punto no es
bueno dejar bajar los precios cuanto se quiera y no dejar las licitaciones de
los “poco transparentes” criterios técnicos? ¿Sabéis donde no hay bajas
temerarias? En los concursos por invitación… qué casualidad todo.
Y
por último hay un importante tema
que subyace. Este movimiento busca el volver a crear oligopolios de grandes
empresas que no bajando los precios y abrumando con referencias del precámbrico
puedan llevarse los concursos sin mucho riesgo económico.
¿Qué
hay de las limitaciones de contratos que exigen una ristra de compromisos
anteriores y empresas de gran longevidad, limitando el acceso a nuevas
empresas, más dinámicas y
tecnológicamente más desarrolladas? Amigos, este grupo, tiene poco poder
y no es capaz de poner a la Administración en el brete de modificar los pliegos
a su antojo.
Al
final y como pasa en el resto del planeta, los pliegos los redactan los
poderosos del sector.