martes, 9 de mayo de 2017

CORRUPTOS Y CORRUPTORES.




La obra civil tiene ciertas particularidades bastante obvias. Por un lado son obras que acaban sumando grandes cifras, por eso en época de crisis es de las primeras cosas en las que se recorta, porque pronto con pocas partidas se alcanzan números altos, y la segunda es que esas mismas cifras atraen mucho “su despiste”.
La relación público privada es un excelente abono para el campo de cultivo de la corrupción. No es una frase que se aplique únicamente a España, sino que es extensible, salvo honrosas excepciones, a todo el planeta.
En esta relación público privada, los modos del desvío de capitales han conseguido tener  múltiples variantes, pero en todas ellas hay dos partes involucradas que copan los papeles principales, el corrupto y el corruptor. Aunque muchas veces se oculte de un modo más o menos interesada, ambas figuras acaban enriqueciéndose con el hecho ilícito, pero su trato por la sociedad es muy diferente.
Y aquí en España esa diferencia se acrecienta. Afortunadamente, aunque no se dé en todos los casos, hemos aprendido a repudiar al corrupto…. Pero, ¿qué hacemos con el corruptor? En el mejor de los casos, pasa desapercibido, en el peor se le convierte en héroe.
Poniendo como ejemplo más reciente el de OHL y sus “mordidas” a Ignacio González, ¿cómo podemos tolerar que esta empresa o cualquiera de sus filiales pueda seguir contratando con el Estado? Pues pasa. En la misma semana que se conocen los pagos realizados para conseguir la obra fracasada del Metro a Navalcarnero, una rama del grupo OHL consiguió contratos de explotación de minería de superficie en Castilla La Mancha…
Diferencias de trato. Aquí sería muy fácil acabar con estas cosas, si las empresa corruptoras o cualquiera de sus ramas quedasen excluidas de la contratación con la administración… pero… no hay voluntad. Es mejor dejar algunas piezas por el camino y que siga la partida.